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Siete años de control miópico: la historia de Mateo y la orto-K

Para Mateo, once veces campeón de Castilla y León en distintas categorías y con proyección nacional, el tratamiento ha supuesto un cambio radical

Mateo Delgado Amigo, joven atleta burgalés, pasa por un examen visual con Alejo Ruiz del Coocyl.

Por Redacción - 15/12/2025

El Colegio de Ópticos-Optometristas de Castilla y León (Cooocyl) presenta una nueva historia real dentro de su campaña vinculada con los pacientes, una iniciativa orientada a visibilizar el impacto de la labor sanitaria de los ópticos-optometristas en la vida de las personas. En esta ocasión, el protagonista es Mateo Delgado Amigo, joven atleta burgalés que utiliza lentes de ortoqueratología (orto-K) para controlar su miopía y mantener una visión funcional durante el día sin gafas ni lentillas.

La orto-K es un tratamiento basado en el uso nocturno de lentes rígidas permeables al gas que producen un moldeado controlado y reversible de la córnea. Gracias a este efecto, el paciente puede ver con nitidez durante el día y, además, frenar la progresión de la miopía, especialmente en población infantil y juvenil.

Según la evidencia científica, la orto-K permite reducir la progresión miópica entre un 40% y un 60%, lo que la convierte en una de las herramientas más eficaces dentro del control de la miopía. Es especialmente indicada en niños activos, adolescentes deportistas o personas con intolerancia a las lentes de contacto convencionales.

Tal y como explica Alejo Ruiz, delegado de Coocyl en Burgos y óptico-optometrista responsable del caso, la orto-K se utiliza principalmente en dos perfiles de pacientes: “Por un lado, menores y jóvenes que necesitan frenar la progresión de la miopía, y por otro, adultos que requieren una visión perfecta durante el día por motivos laborales —oposiciones a cuerpos de seguridad, trabajos técnicos o industriales— y no pueden usar gafas ni lentillas”. Además, recuerda que su efecto es totalmente reversible.

Mateo inició el tratamiento con solo siete años, tras ser diagnosticado de miopía. Su madre, Ascensión Amigo, recuerda el impacto inicial del diagnóstico y la búsqueda de alternativas ante los antecedentes familiares de miopía alta. Tras informarse, acudieron al Instituto Universitario de Oftalmobiología Aplicada (IOBA) y posteriormente a una óptica de Burgos especializada en orto-K.

Desde entonces, el seguimiento ha sido continuo. “Mateo debutó con una dioptría. Siete años después apenas ha aumentado una dioptría en un ojo y 0,75 en el otro, cuando lo habitual en esas edades sería un incremento de unas 0,75 dioptrías por año”, explica Alejo Ruiz, que califica la evolución como “espectacular”.

El control de la longitud axial refuerza estos resultados. “En siete años, su biometría ocular solo ha variado unos 0,25–0,26 mm por ojo, cifras muy bajas para un niño con antecedentes familiares”, añade.

Para Mateo, once veces campeón de Castilla y León en distintas categorías y con proyección nacional, el tratamiento ha supuesto un cambio radical: “Sería muy incómodo correr con gafas. Duermo con las lentillas y durante el día veo perfecto. El mantenimiento es fácil y en una semana ya lo hacía todo yo solo”.

Su madre subraya la libertad visual como uno de los mayores beneficios: “Para un niño deportista, estar libre de gafas durante el día es fundamental. Me parece increíble que exista algo así y que haya funcionado tan bien”.

El valor del óptico-optometrista en el control de la miopía

Ruiz destaca que la orto-K requiere formación específica, control exhaustivo e higiene estricta. “La tecnología avanza muy rápido y hay que estar actualizado. El seguimiento es clave”. En el caso de Mateo, la adherencia ha sido ejemplar.

Para la familia, la figura del óptico-optometrista ha sido determinante. “No me vendió un milagro; me explicó todo con claridad y honestidad. Siempre disponible. Para mí ha sido un profesional sanitario de referencia”, afirma Ascensión, que anima a otras familias a informarse sobre las opciones de control miópico.

La madre también reivindica una mayor presencia del óptico-optometrista en la Atención Primaria, especialmente ante el avance de la miopía infantil.

Una realidad epidemiológica que exige actuación

Los datos refuerzan la necesidad de intervenir de forma temprana: el 20% de los niños de entre 5 y 7 años ya presenta miopía, cifra que supera el 30% entre los 12 y 18 años. En España, seis de cada diez universitarios son miopes, y a nivel global se estima que la mitad de la población será miope en 2050.

Además, la miopía alta incrementa el riesgo de patologías oculares graves como glaucoma, desprendimiento de retina o maculopatías, por lo que ralentizar su progresión es una cuestión de salud visual a largo plazo, no solo de calidad de visión.

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Redacción
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