Este artículo forma parte del Cuaderno de Emprendimiento editado por Modaengafas.com.
Moscot: una mirada centenaria al emprendimiento
Por más de un siglo, la familia Moscot ha construido algo más que una marca de gafas: ha tejido una historia de herencia, diseño y resiliencia que comenzó en un carrito ambulante y hoy se proyecta desde Nueva York hacia las capitales del mundo
Moscot_94_Rivington Street_1934
Nueva York, 1899. Y, para más señas, el Lower East Side, en esa época, uno de los barrios más densamente poblados y culturalmente ricos de la ciudad, aunque también uno de los más pobres y con condiciones de vida extremadamente duras.
Ese fue el año en que en que Hyman Moscot, un inmigrante judío procedente de Europa del Este, comenzó a empujar un carrito lleno de gafas para venderlas a los viandantes. No imaginaba entonces que ese emprendimiento se convertiría en el cimiento de una marca que más de un siglo después se mantiene firme en su propósito: crear gafas auténticas, atemporales y profundamente conectadas con su legado familiar.
Aquellos no eran tiempos fáciles. De hecho, una buena parte del paisaje de Nueva York parecía sacada de una novela de Charles Dickens. Pero Hyman no se asustaba, pues, tenía las hechuras del hombre que se hace a sí mismo, superando todos los obstáculos que se encontraba por el camino.
Durante 16 años, Hyman trabajó en ese carrito, soportando los gélidos inviernos de Nueva York, pero también los calores asfixiantes de una ciudad que por ese entonces ya podía considerar la capital del mundo, el sitio ideal para aquellos soñadores que pretendían cumplir su sueños.
En 1915, Hyman había acumulado un buen séquito de clientes leales y sacando a relucir sus dotes de visionario abrió la primera tienda Moscot en el 94 Rivington Street.
Una década después, su hijo Sol -imbuido del espíritu del emprendedor- decidió seguir su ejemplo con la puesta en marcha de una óptica en Orchard Street. Aquello fue algo histórico entre los Moscot, porque la segunda generación de la familia tomaba las riendas del negocio.
Zack Moscot, Chief Design Officer de la compañía y miembro de la quinta generación de la familia, tiene siempre el legado que le dejaron sus antepasados, manteniendo siempre vida esa llama que alumbra a los emprendedores.
“Mi bisabuelo Sol solía decir: Debes saber de dónde vienes para saber a dónde vas. Nuestras raíces se remontan a mi tatarabuelo Hyman, que vendía gafas desde un carrito en el Lower East Side —un recordatorio constante de que todo lo que hacemos debe seguir siendo auténtico para nuestra familia y nuestro legado”, dice Zack.
De hecho, esa frase de Sol, más que una máxima familiar, es la brújula que ha guiado cada decisión de esta empresa centenaria.
De generación en generación
La historia de Mosct no puede separarse de la historia de la ciudad. De hecho, parece escrita en el mismo pulso de Nueva York: inmigración, trabajo duro, evolución constante y creatividad incansable. Cada generación ha aportado una pieza clave al rompecabezas: desde la visión óptica de Sol y Joel hasta la profesionalización con Harvey, el primer optometrista de la familia. Hoy, la quinta generación, representada por Zack Moscot, ha traído una nueva dimensión al legado: el diseño.
Zack, con formación en diseño de producto, combina su herencia con una mirada fresca, moderna y global, pero conservando siempre ese espíritu que caracteriza a los emprendedores. “Aunque tenemos 110 años, nunca nos dormimos en los laureles. Evolucionamos sin perder la esencia”, afirma. La suya es una visión que entrelaza pasado, presente y futuro, y se traduce en monturas que respiran historia, pero también tendencia y calidad contemporánea.
Autenticidad en tiempos de uniformidad
En un mundo donde las marcas de lujo proliferan y muchas veces se diluyen en la estandarización global, Moscot ha elegido el camino más largo, pero también el más fiel: crecer lentamente, sin sacrificar su alma. “Nos ha llevado más de un siglo abrir poco más de 30 tiendas en el mundo”, cuenta Zack. Cada nueva tienda es como un pequeño embajador del Lower East Side, un rincón neoyorquino en Tokio, Londres o Berlín.
El secreto del éxito de Moscot no radica en una campaña publicitaria grandilocuente, sino en algo más difícil de imitar: la autenticidad. Sus gafas no solo enmarcan rostros; enmarcan historias. Quien lleva unas Moscot lleva consigo un pedazo de Nueva York, de la familia Moscot, de la historia misma.
Artesanía y visión
Zack lo describe con claridad: “Mi proceso creativo busca equilibrar respeto por nuestra herencia con innovación”. Las gafas se diseñan con precisión y sensibilidad, en un estudio que aún vibra con el bullicio del Lower East Side. La marca utiliza materiales premium, técnicas artesanales y procesos sostenibles que priorizan la longevidad sobre la moda pasajera. Es un lujo que no grita, pero que perdura.
Moscot también es un ejemplo de cómo una empresa familiar puede ser global sin ser impersonal. La relación entre generaciones no es solo funcional: es el corazón mismo de la empresa. “Mi padre y yo venimos de mundos distintos, pero nuestras visiones se complementan”, explica Zack. Esa sinergia intergeneracional es lo que permite a la marca mirar hacia el futuro sin soltar la mano del pasado.
Con la vista puesta en los próximos diez años, la familia Moscot se plantea seguir creciendo, sí, pero con los pies firmes en su legado. Colaboraciones cuidadosamente seleccionadas, expansión estratégica y compromiso con la sostenibilidad son parte de una visión de futuro que se construye sobre una base centenaria.
Y para los nuevos emprendedores, Zack Moscot tiene un consejo sencillo pero poderoso: “Sé fiel a tus valores fundamentales y a tu visión a largo plazo. El éxito duradero no viene del atajo, sino de la integridad”.
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