Ha pasado un año desde que la DANA se abatió sobre la Comunitat Valenciana como un monstruo líquido. En cuestión de horas, la lluvia convirtió calles en ríos, locales en escombros, y la vida cotidiana en una sucesión de pérdidas. Aquel temporal dejó 229 nombres escritos en la memoria colectiva y un reguero de dolor que aún no se ha secado.
La óptica valenciana un año después de la DANA
Un centenar de ópticas quedaron afectadas, y en 50 de ellas el daño fue grave. Más de 200 profesionales —ópticos, optometristas, auxiliares— vieron cómo el agua arrastraba no solo sus herramientas de trabajo, sino también una parte de su historia
La foto corresponde a Opticalia Paiporta tras el paso de la DANA. Este establecimiento volvió a la actividad el 6 febrero. FOTO: Cortesía
En medio de ese paisaje devastado, también el sector óptico se vio reflejado en el espejo roto del desastre. Un centenar de ópticas quedaron afectadas, y en 50 de ellas el daño fue grave. Más de 200 profesionales —ópticos, optometristas, auxiliares— vieron cómo el agua arrastraba no solo sus herramientas de trabajo, sino también una parte de su historia.
Francisco Ares, director general del Grupo Newco, conserva la escena como quien recuerda una pesadilla que no se borra.
“El impacto fue brutal. En términos económicos, las pérdidas superaron los 300.000 euros solo en daños materiales”, explica. “Y eso sin contar los cuatro meses de cierre, los sueldos adelantados, los alquileres, la reconstrucción… Los seguros aún no se han pronunciado”.

Una de las ópticas del grupo, ubicada en el centro comercial Bonaire, fue literalmente arrasada. Pero más allá de lo material, la empresa trató la tragedia ese otros frentes. “Pusimos apoyo psicológico a disposición del equipo y préstamos sin intereses para reponer los coches que se llevó el agua”.
De aquel caos nació algo que ningún temporal pudo destruir: la solidaridad.
“Aprendimos que la comunidad se engrandece cuando más falta hace”, dice Ares. Desde otras ópticas del grupo, en distintos puntos de Valencia, se repusieron gafas perdidas a decenas de familias sin coste alguno.
Otra de las empresas que sufrió los estragos de la DANA fue Alain Afflelou: su óptica del centro comercial Bonaire también fue arrasada y cuando la reabrieron, Eva Ivars, su consejera delegada, escribió: “Gracias a todos los que han hecho posible esta reapertura. Porque cuando las dificultades aparecen, lo que marca la diferencia es el espíritu con el que las enfrentamos. Y el nuestro es imparable”.
Visionis, empresa que tiene su sede en la Comunitat Valenciana, impulsó la iniciativa OptiSOS. Cientos de establecimientos de toda España enviaron donaciones de material óptico para quienes lo habían perdido todo. Visionis se convirtió en el corazón logístico de un proyecto que canalizó la generosidad del sector, con la colaboración del Colegio de Ópticos-Optometristas de la Comunitat Valenciana (Coocv) y de redes espontáneas como Donación a Ópticas DANA.
Los almacenes se llenaron de monturas, lentes, herramientas. Cada paquete era una muestra tangible de empatía: una forma de ver al otro, de no mirar hacia otro lado.
El Coocv, por su parte, destinó más de 150.000 euros en ayudas directas a los profesionales afectados, un gesto que fue más allá de lo económico: fue una manera de decir “no estáis solos”.
Además de los fondos, el colegio articuló asesoramiento jurídico, acompañamiento emocional y apoyo mutuo entre colegiados, creando una red invisible que sostuvo al gremio cuando más lo necesitaba.
Un año después, las ópticas reconstruidas han vuelto a abrir sus puertas. En los escaparates, las nuevas monturas brillan con una luz distinta, como si reflejaran no solo la estética, sino la resistencia.
La DANA dejó un paisaje de pérdidas, sí, pero también una enseñanza profunda: que la mirada profesional —esa que cada óptico ofrece para mejorar la visión de los demás— puede transformarse en una mirada solidaria, capaz de ver más allá del daño.
En la Comunitat Valenciana, el tiempo ha pasado. El agua se fue. Pero la memoria sigue ahí, transparente y persistente, como el reflejo en un cristal que se negó a romperse.
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