El mundo entero cabe una y otra vez en la biblioteca de Rita Piedrafita

Le pasó, por ejemplo, con ‘La vegetariana’. “No me ha convencido”, explica en sus redes sociales, “la sensación es la de que Hang Kang, ganadora del Nobel de Literatura 2024, no es para mí”.

Con esta misma naturalidad y honestidad, Piedrafita reconoce que le encantan escritoras como Irene Vallejo “mucho antes de que publicara ‘El infinito en un junco’”, Sara Mesa o Irene Solà. Y si le preguntamos por sus autores masculinos favoritos, se inclina por Manuel Vilas, Celso Castro o los siempre clásicos, Miguel Delibes y Unamuno. Le cuesta hacer rankings porque a sus manos llegan todo tipo de géneros y es tan disciplinada que dedica dos horas cada noche a la lectura.

Ante la pregunta obligada de si este gusto por las letras la ha animado a ser escritora, ella es tajante: “no podría porque para mí la optometría es una gran pasión. He escrito relatos cortos y he ganado algunos concursos, pero no podría dedicar tiempo a una novela mía”.

De hecho, es una profesional estricta con el reloj. Cada día se levanta a las 8:30 y reparte la jornada entre pacientes adultos por las mañanas y terapia visual con niños por las tardes. A las 20:00 sale de la óptica para irse a casa o al gimnasio a hacer spinning. Su blog, sus redes sociales, las reseñas para la revista Ronda Somontano y los artículos para el magazine cultural The Citizen ocupan gran parte de su agenda, así que sus noches giran en torno a estas actividades. Todo esto sin contar los proyectos de novela negra en los que se ha embarcado y las correcciones de manuscritos que, de tanto en tanto, debe entregar.

Este ritmo que podría sonar frenético pero que para ella es ideal, está muy ligado al escenario en el que se desenvuelve. Rita trabaja en la misma ciudad en la que nació, Barbastro, Huesca. Todo lo que necesita lo encuentra a pocos metros caminando y el paisaje que la rodea es inspirador: las viñas D.O. Somontano, las huertas, el Pirineo… Cualquier rincón resulta perfecto para abrir un libro y dejarse llevar, pero si le pedimos que nos recomiende uno, imperdible, ella nos remite a un clásico: ‘La barraca’, de Blasco Ibañez, un título que, a su juicio, merece mayor reconocimiento.

Sensible y curiosa, la niña que llenaba cuadernos con apuntes de libros hoy puede sentirse orgullosa porque ha sabido compaginar sus dos grandes motores. Tanto, que hace poco impartió una conferencia sobre ‘Terapia visual y lectura’ confirmando, una vez más, que vocación y afición pueden ser tan compatibles como complementarias.