La mejor prescripción óptica no es necesariamente la que uno tiene sino la que uno necesita. En este sentido hay dos aspectos relevantes.
El valor del contexto
Aunque podamos configurar la pantalla para ajustar los tamaños de los optotipos a la distancia de valoración, el esfuerzo acomodativo sigue siendo el que es
El primero va ligado a las condiciones de examen, la mayoría de los gabinetes suelen tener una distancia a la pantalla de optotipos, en el mejor de los casos, de cuatro metros.
Aunque podamos configurar la pantalla para ajustar los tamaños de los optotipos a la distancia de valoración, el esfuerzo acomodativo sigue siendo el que es.
Por ejemplo, un hipermétrope cuyo positivo tolerable está en +2 D, a cuatro metros el valor tolerable se mostrará como +2.25, de tal modo que aunque apliquemos la norma de ajustar un 0.25, para que la persona no vaya como un pato mareado con sus nuevos progresivos, acabará usando igualmente su valor límite de tolerancia.
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En espacios de más de cuatro metros acusará incomodidad, sobre todo si el cambio refractivo es significativo, cómoda en su casa pero no tanto por la calle.
El segundo aspecto lo podríamos ligar con el anterior. Por el contrario, apurar positivos hasta el límite tolerable, en monofocales, para un informático con una presbicia incipiente es una buena opción.
No solo porque pensar en una adición sobre el valor tolerado es poco recomendable ya que resulta (en este caso) ser ligeramente exofórico y por tanto los positivos le acentúan su condición, sino que además nunca ha usado gafas, con lo que el cambio ya será importante sin necesidad de multifocales.
Por otra parte, solo las piensa usar en entornos de despacho porque ni siquiera conduce.
El mal de altura: los monofocales (de cerca) también lloran
En el caso de un conductor profesional miope, a menudo trabajando en condiciones de visión nocturna, la cosa es distinta. Como la miopía subjetiva a cuatro metros aparecerá con un 0.25 D por debajo, fuera del gabinete en condiciones de infinito óptico estricto y de noche, acusará esta hipocompensación.
El mismo perfil visual, en un conductor ocasional y que trabaja habitualmente en despacho, es adecuado mantener este valor manifestado a cuatro metros. Una hipocompensación de 0.25 D no es un problema en la mayor parte de condiciones laborales fuera de la excepción anterior.
Recordemos, de paso, que el sistema visual fluctúa de la relajación a la tensión y que, previo a todo, la evaluación visual siempre ha de partir de la primera, empezando la evaluación desde los valores monoculares más positivos o menos negativos y desde los valores prismáticos binoculares más nasales o menos temporales.
En un mundo en el que la visión a distancias cortas es predominante, la tensión visual domina frente a la relajación y este aspecto hemos de tenerlo siempre presente en el manejo de las lentes oftálmicas.
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