Ver para Crecer (VpC) arranca el año en el barrio madrileño de Carabanchel. Ocho voluntarios que parcupan en el proyecto revisaron ayer la vista de 130 personas en situación de vulnerabilidad, apoyando la labor de once oenegés y entidades pertenecientes a la Red Suroeste de Caixa ProInfancia en Madrid. VpC entregará en total 89 gafas nuevas a los 89 beneficiario que las necesitan, en el plazo de un mes.
Ver para Crecer entregará 89 gafas a personas de bajos recursos tras realizar su primera misión del año en Madrid
Para el desarrollo de esta acción, trigésimo séptima ya de una iniciativa que va a cumplir cinco años en mayo próximo, la Red Suroeste abrió las puertas de uno de los locales donde presta servicio a personas en situación de vulnerabilidad, concretamente en la calle Carrero Juan Ramón de Carabanchel.
Para Lara Fernández, óptico-optometrista de profesión, la del miércoles fue su primera experiencia en materia de voluntariado de óptica: “Con el ejercicio de nuestra profesión se puede ayudar a ver mejor a personas que lo necesitan en la cercanía y a hacer así que su día a día sea más fácil. Ha sido una jornada maravillosa, en la que todos hemos trabajado en equipo”.
Las 89 personas que necesitan correcciones visuales recibirán unas gafas en el plazo de un mes
Otra de las ópticos-optometristas voluntarias fue Lorena García. Ha participado en todas las acciones que VpC ha llevado a cabo en Madrid. Después de su jornada de trabajo, afirmó que “hemos encontrado varios casos de niños y niñas miopes, sin corrección visual. Guiñaban los ojos para enfocar la vista. Sus padres pensaban que era un tic nervioso, cuando, en realidad, era miopía”, decía, recordando que una niña, con tres dioptrías en cada ojo, vio ayer “un mundo nuevo” o a R. L., de 32 años, que llevaba más de un mes sin gafas por rotura de las anteriores, cuando no puede prescindir de ellas ni un minuto.
Para David Leralta, óptico-optometrista de Essilor, otro veterano de VpC, la experiencia de cada una de estas acciones es “positiva y gratificante”. “Son jornadas que nos hacen sentirnos orgullosos de la profesión de óptico. Cuando entregas una gafa, y la gente vuelve a ver, la cara de admiración y asombro, es conmovedora”, ha explicado Leralta.
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