Ojo! En riesgo la salud auditiva de las personas de entre 12 y 37 años

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En los festivales de verano se utiliza mucha parafernalia que puede afectar a la visión de las personas. FOTO: Unsplash

Por Jaime Cevallos - 03/06/2022
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Este artículo forma parte del Cuaderno de la óptica, salud visual y audiología que analiza el proceso de verticalización que se está produciendo en el proceso de la audiología.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sigue haciendo sonar las alarmas y a ver quién las escucha. Los nuevos hábitos de la sociedad van causando daños en la población, y lo hacen de manera silente, sin que nadie se percate de lo que está sucediendo.

Así, en la actualidad, cuando el mundo discurre por la tercera década del siglo XXI, más de 1.000 millones de personas en edades comprendidas entre los 12 y los 35 años corren el riesgo de perder la audición debido a la exposición prolongada y excesiva a música fuerte y otros sonidos recreativos, lo que puede acarrear consecuencias devastadoras para su salud física y mental, educación y perspectivas de empleo. 

“La pérdida de audición debido a sonidos fuertes es permanente, pero puede prevenirse”, han señalado desde la OMS, tras enfatizar en los riegos se han intensificado, porque los equipos de audio que se están utilizando en recintos cerrados “no ofrecen opciones de escucha seguras”.

La pérdida de audición debido a sonidos fuertes es permanente, pero puede prevenirse

De hecho, la exposición a sonidos fuertes provoca pérdida temporal de la audición o tinnitus. Sin embargo, sin la exposición al ruido es prolongada o repetida puede dar lugar a daños auditivos permanentes, que desembocan en una pérdida irreversible de la audición.

Con los nuevos datos y evidencias, el panorama relacionado con la salud visual se ensombrece, teniendo en cuenta que el 25% de la población mundial tendrá problemas de audición en 2050, según el último informe de la OMS.

De todos los afectados, al menos 700 millones necesitarán atención otológica y para mejorar su audición, así como otros servicios de rehabilitación, a menos que tomemos medidas para evitarlo.

Al respecto, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, ha señalado: que “nuestra capacidad de audición es un bien muy preciado y, si no se tratan, las pérdidas auditivas pueden acarrear consecuencias devastadoras en la capacidad de las personas para comunicarse, estudiar y ganarse la vida. Además, también pueden afectar a su salud mental y a la posibilidad de que mantengan relaciones”.

el 25% de la población mundial tendrá problemas de audición en 2050, según el último informe de la OMS

La OMS ha incidido en la necesidad de actuar con rapidez para prevenir y resolver las pérdidas auditivas, invirtiendo y ampliando el acceso a los servicios de atención otológica y a la pérdida de audición. Se ha demostrado que la inversión en estos servicios resulta rentable: de acuerdo con los cálculos efectuados por el organismo, los gobiernos pueden prever la obtención de cerca de 16 dólares por cada dólar invertido.

CAUSAS Y EFECTOS

En la niñez, casi el 60% de los casos de pérdida de audición se deben a causas que pueden prevenirse mediante medidas como la vacunación para prevenir la rubéola y la meningitis, la mejora de la atención materna y neonatal y el cribado y el tratamiento temprano de la otitis media (es decir, las enfermedades inflamatorias del oído medio). En los adultos, la limitación de los ruidos, la escucha sin riesgos y la vigilancia de la posible ototoxicidad de los medicamentos, junto con una buena higiene otológica, pueden ayudar a mantener una buena audición y a reducir los riesgos de perderla.

La detección es el primer paso para tratar la pérdida auditiva y las enfermedades del oído relacionadas con ella. El cribado clínico en momentos convenientes de la vida permite que estas afecciones se detecten en la etapa más temprana posible.

Gracias a los avances tecnológicos recientes, que incluyen herramientas precisas y fáciles de usar, se pueden detectar las enfermedades del oído y la pérdida auditiva a cualquier edad, en entornos clínicos o comunitarios y con capacitación y recursos limitados. El cribado puede hacerse incluso en situaciones complejas como las que vivimos durante la pandemia de la covid y puede abarcar a las personas que viven en regiones remotas y desatendidas.

FALTA DE INFORMACIÓN

El asunto es que la falta de información precisa y las actitudes estigmatizadoras en torno a las enfermedades del oído y la pérdida auditiva suelen limitar el acceso de las personas a la atención a estas afecciones. Es incluso habitual que los propios profesionales del sector carezcan de conocimientos sobre la prevención, la detección temprana y el tratamiento de la pérdida auditiva y las enfermedades otológicas, lo cual dificulta su capacidad para brindar la atención requerida.

En la mayoría de los países, estos servicios no están integrados en el sistema nacional de salud y las personas que presentan enfermedades del oído y pérdida auditiva encuentran dificultades para acceder a ellos. Además, este acceso no se mide ni se documenta suficientemente y los sistemas de información de salud carecen de indicadores pertinentes con ese fin.

No obstante, la deficiencia más evidente en la capacidad de los sistemas de salud afecta a los recursos humanos. Aproximadamente el 78% de los países de ingresos bajos cuentan con menos de un otorrinolaringólogo por cada millón de habitantes; el 93% tiene menos de un audiólogo por cada millón de personas; solo el 17% tiene uno o más logopedas por cada millón, y solo el 50% dispone de, al menos, un maestro para sordos por cada millón de habitantes. De acuerdo con el informe, estas deficiencias se pueden solventar mediante la integración de la atención otológica y de la audición en la atención primaria, valiéndose de la formación y de los sistemas de distribución de tareas.

Incluso en los países que cuentan con una proporción relativamente alta de profesionales en esta esfera, la distribución de estos especialistas es desigual, lo cual no solo plantea dificultades a las personas que necesitan atención, sino que también añade una carga de trabajo excesiva al personal que brinda esos servicios.

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Jaime Cevallos
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