Georges Sarrouf tenía 48 años cuando abrió la puerta de un despacho en Villaviciosa de Odón y, de ese modo, puso a funcionar Mark’ennovy.
Las lentillas del señor Georges Sarrouf
El empresario empezó poniendo el foco en las lentes de contacto para la presbicia y el astigmatismo
Era el año 1997. España había iniciado la cuenta atrás para poner a circular al euro (hecho que sucedería el 1 de enero de 2002), ETA seguía causando estragos en la sociedad y el mundo quedaba perplejo con los fallecimientos de Teresa de Calcuta y la princesa Diana.
En ese contexto, Georges Sarrouf decidió invertir 40 millones de pesetas, parte de sus ahorros de la vida, en una empresa especializada en hacer lentes de contacto personalizadas para la presbicia y el astigmatismo. Y también decidió que esa empresa debía estar en España, que era un país que conocía gracias a su trabajo en Allergan.
Georges Sarrouf decidió invertir 40 millones de pesetas en crear Mark’ennovy
La idea podía parecer descabellada en una época en que la tendencia apuntaba directamente a las lentillas desechables de uso diario. Pero Georges Sarrouf -nacido por accidente en el Líbano y criado en Alejandría- tenía muy claro lo que debía hacer, porque el modelo de negocio que pondría en marcha ya funcionaba en Estados Unidos.
Sabía, además, que para buscar el éxito tenía que enfocarse en un producto específico y hacerlo muy bien para diferenciarse de la que sería su competencia. Eso lo había aprendido en Allergan que, por aquellos tiempos, disponía de una cartera con muy pocos productos, entre los que destacaba el bótox.
UN NOMBRE PARA UNA EMPRESA
Los nombres de las empresas suelen ser arbitrarios, pero siempre -o la mayoría de las veces- tienen una conexión invisible con sus fundadores y sus obras.
Georges Sarrouf buscó esa conexión, ese lazo invisible, y finalmente la encontró: bautizó a su empresa con el nombre de su madre (Yvonne), pero utilizándolo de manera invertida: cuando ya tenía el Ennovy, añadió el Mark (pensando, de un cierto modo, en la palabra marketing).
En esos inicios, junto al despacho de Mark’ennovy, trabajaba un creativo que solía hacer trabajos para Disney. Y por pedido de Georges Sarrouf, creó una imagen para identificar a la empresa: era un topo que se utilizó durante muchos años… Y ahora, la empresa podría volverlo a recuperar.
En los tiempos que corren, Sarrouf tiene 73 años y su empresa cuenta con 195 trabajadores, una fábrica en Majadahonda, otra en Reino Unido, y su facturación anual ronda los 17 millones de euros. El plan es seguir creciendo, dando pasos adelante en España y en Europa, caminado -sin prisa, pero sin pausa- hacia los 50 años. Para ello, Sarrouf ya tiene el apoyo de unos accionistas minoritarios…
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