Muchas disfunciones visuales binoculares no estrábicas o acomodativas pasan desapercibidas porque la visión es tan personal como intransferible y, por tanto, con escasas posibilidades de comparar matices.
La anamnesis líquida: la importancia de repreguntar
Una anamnesis debe ser como un líquido, ocupando todos los recovecos del examen sin dejar espacios vacíos
Además, si la anomalía es eventual y reversible, acaba siendo parte de lo «normal».
Dos personas pueden mirar una misma escena y ambas pensar que disponen de una buena visión, cuando no necesariamente es así.
La ausencia de referencias puede determinar que una no sea consciente del esfuerzo acomodativo para compensar su hipermetropía y la otra no lo sea del esfuerzo de convergencia para que su exoforia no desestabilice la binocularidad, por ejemplo.
De ahí la necesidad de acudir al especialista para que evalúe la normalidad, haciendo ver lo que es realmente “ver”.
Pero estas condiciones pueden quedar ocultas tras un tupido velo en el momento del examen, ya sea por una anamnesis incompleta o por unos protocolos de examen reduccionistas.
Por eso es tan importante partir de una anamnesis extendida, no limitada al inicio, como seguir los protocolos de examen completos.
Una anamnesis debe ser como un líquido, ocupando todos los recovecos del examen sin dejar espacios vacíos.
Si, además, los protocolos de examen se restringen a las cuatro condiciones refractivas básicas y a valorar solo estrabismos evidentes, los espacios vacíos convierten el examen en un queso emmental.
Como anamnesis «líquida» y protocolos son dos caras de la misma moneda, la información inicial de la primera podrá cambiar según los segundos, lo que nos lleva a reformular preguntas mientras evaluamos el sistema.
Por esa razón, entendemos la anamnesis como líquida.
Por ejemplo, en un examen de rutina por pérdida visual, una de las preguntas iniciales referentes a si, en algún momento, la persona examinada experimenta visión doble es contestada negativamente.
Al realizar las pruebas binoculares, descubrimos una hiperforia básica relativamente compensada, con probables episodios de supresión.
Gracias a la inclinación lateral de cabeza, el esfuerzo fusional y el viento a favor, la hiperforia solo se descompensará, rompiendo en hipertropía, de manera puntual.
Frente a este hallazgo y tras su explicación a la interesada, repreguntamos si está segura de no haber visto doble en algún momento; entonces se confirma la diplopía, la supresión o ambas.
La respuesta es distinta a la del inicio y confirma los resultados, aunque pueda ir vestida de manera en ocasiones pintoresca.
Por ejemplo, «no veo doble, pero a veces se me desdoblan las cosas», «no veo doble, pero es cierto que cierro un ojo para fijar la vista», «¿doble?… No… solo cuando estoy cansado».
Algunas respuestas hasta parecen sacadas de la imaginación de un guionista, como cuando una señora de casi 80 años con hipertropía básica relata cómo, cuando se casó (con la cabeza bien derecha), «veía dos curas, dos maridos y dos suegras», dicho tal cual.
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