No te olvides de tus gafas de sol en verano. Llévalas adonde vayas y póntelas siempre, pero sobre todo en los momentos del amanecer y atardecer, que es cuando el sol está más bajo y su radiación es más directa.
La recomendación es del Colegio de Ópticos de Galicia, que advierte que la acción de radiación ultravioleta en los ojos, unida al deterioro de la capa de ozono, está dando como resultado un alto incremento de cataratas y otras anomalías relacionadas con la salud visual, como inflamaciones agudas de la conjuntiva (conjuntivitis) y la córnea (queratitis), aparición de procesos degenerativos de la superficie ocular (pinguécula y pterigión), retinopatías e, incluso, lesiones cutáneas, que pueden provocar a largo plazo serios problemas.
Y no solo eso. Los efectos de la radiación solar afectan de manera especial a los niños, porque tienen los ojos más transparentes y aún no han desarrollado una protección natural contra la radiación ultravioleta.
De tal modo que las gafas de sol son la mejor manera de proteger los ojos frente a la radiación. Su uso es recomendable en las zonas altas, ya que cuanta más altitud más radiación recibimos (un 10% más de radiación ultravioleta –UV– cada 1.000 metros de altura); durante el verano hay que usarlas siempre aunque exista nubosidad, ya que parte de la radiación UV traspasa la barrera de nubes.