Este artículo forma parte del Cuaderno “Nuevas maneras de crear relaciones con los usuarios”, patrocinado por optiQa, una marca de seQura.
De Cottet a PJ Lobster: 120 años de la distribución en la óptica española
Los grupos y cadenas de óptica han evolucionado de manera sustancial a lo largo de los años, propiciando la transformación del sector y desarrollando nuevas estrategias para llegar al cliente final
La suave brisa primaveral acariciaba Barcelona, engalanada para recibir la Exposición Universal de 1888. Las calles vibraban con un ajetreo constante, mientras en el parque de la Ciudadela un gran número de obreros ultimaba los detalles de la infraestructura que acogería este grandioso acontecimiento.
Constantino Cottet, de 23 años, arribó a la capital catalana por esos días con el propósito de visitar la Exposición Universal y, además, aprovechar la oportunidad para comercializar las gafas producidas por la empresa familiar, ubicada en Morez (Francia), comuna donde, hasta hoy, se fabrican gafas de alta gama.
Según la historia, el joven Constantino quedó cautivado por el encanto de Barcelona, tanto así que regresó en 1902 para inaugurar una óptica en el Portal de l’Àngel, que, de paso, se convirtió en la más grande de Europa, con una superficie de 2.000 metros cuadrados. En la planta baja se vendía al por menor y en la primera planta, al por mayor.
A principios del siglo XX, eran tiempos de emprendedores en los que muchas cosas sucedían, tanto dentro de España como fuera, en todos los órdenes de la vida. Tanto fue así que, tres años después de la apertura de Cottet en Barcelona, Juan Zurita de Torres llegó a Ceuta para abrir una farmacia —que antes había tenido en Cádiz—. El negocio comenzó a funcionar y, con ese olfato del que presumen muchas personas pero que muy pocas realmente tienen, pensó en la óptica.
Entonces, Zurita de Torres abrió la primera óptica de Ceuta en 1913, equipada con maquinaria importada de Alemania, donde se encontraba la industria más avanzada de la época.
Esa misma pulsión emprendedora caracterizó a Castor Ulloa, quien, en 1919, levantó la persiana de la primera óptica de lo que hoy es Ulloa Óptico. El punto de venta estaba situado en el número 14 de la calle Carmen, en Madrid.
La iniciativa de Castor Ulloa fue mucho más allá de la apertura de un establecimiento, ya que su visión empresarial lo llevó a crear el primer folleto de gafas que se conoció en España. Además, diseñó la primera campaña de marketing del sector, la cual aún sigue siendo comentada. Se trata del grafiti pintado en la CM-2105, después del mirador conocido como Ventano del Diablo (Villalba de la Sierra, Cuenca), en dirección a Uña, que dice: «Ulloa-Óptico Madrid».
En 1919, Castor Ulloa levantó la persiana de la primera óptica de lo que hoy es Ulloa Óptico
Ramón Noguera, con 83 años y toda una vida vinculada a la óptica al ser uno de los fundadores de Conóptica, recuerda la famosa pintada de Ulloa, de la que tanto se hablaba en su momento. Pero no es lo único por lo que recuerda a Ulloa: también lo hace por el Sonotone, marca de audífonos que Castor Ulloa importó de Estados Unidos y que fue adoptada por la población como sinónimo de «audífono». De hecho, la palabra está recogida en la RAE.
Así fue como la óptica comenzó a dar sus primeros pasos como sector en España, desarrollándose muy poco a poco. En la España del Nodo, la óptica, en su mayor parte, seguía siendo un negocio de portal, con establecimientos que combinaban óptica, fotografía y otras actividades. Incluso, en el País Vasco, había una armería que también era óptica.
Las cosas, sin embargo, dieron un giro radical en 1955, cuando Carlos Cruañas y Francisco García pusieron en marcha el primer establecimiento de General Óptica en Barcelona. “Para mí, General Óptica fue la primera en dar el paso hacia la modernización del sector, apostando por locales modernos, similares a tiendas de moda”, comenta Ramón Noguera.
El dinamismo de General Óptica no se limitaba a sus puntos de venta, sino también a su manera de expandirse
El dinamismo de General Óptica no se limitaba a sus puntos de venta, sino también a su manera de expandirse, tanto en Barcelona como a escala nacional. En 1958, la empresa abrió un punto de venta en el País Vasco y en 1970 llegó a Madrid, al Levante y al sur de España.
En ese mismo año, un joven que trabajaba en una óptica y ortopedia en la calle Carretas, en Madrid, decidió independizarse y convertirse en empresario. Ese joven era José María Ferri, quien, junto con su esposa, fundó Ferri Ópticos, una cadena que alcanzó los 17 puntos de venta gracias a la introducción de la computadora óptica, que permitía agilizar los exámenes visuales.
A los 15 años de haber iniciado ese proyecto, Ferri lideró una de las grandes revoluciones del sector con la creación de Visionlab bajo el concepto «Sus gafas en 1 hora», uniendo en un mismo centro el servicio de óptica y el laboratorio de fabricación de lentes.
El nacimiento de Multiópticas fue un gran cambio en el sector, porque apostó de manera fuerte por la imagen
El desarrollo de las cadenas puso en alerta a los ópticos de aquella época, que en su gran mayoría habían estudiado óptica y anteojería en el Instituto Daza de Valdés en Madrid, gestionando sus negocios de manera independiente. Muchos eran negocios familiares, ya que, como bien dice el refrán, “la cabra tira al monte”; si un primo tenía una óptica, el otro también.
En ese contexto, un grupo de ópticos comenzó a fijarse en cómo se organizaban sus colegas franceses para comprar de manera conjunta y ser más competitivos en el mercado. Fue así como, esos ópticos se reunieron en Barcelona y acordaron formar una cooperativa bajo el nombre de Opas (Ópticos Asociados) que, en 1980, cambió su nombre a Multiópticas.
“El nacimiento de Multiópticas fue un gran cambio en el sector —recuerda Noguera—, porque no solo permitía a los ópticos comprar en mejores condiciones, sino que también crearon una imagen potente que los hizo reconocibles para los usuarios finales”.
Alain Afflelou aterrizó en España en 2003, tras adquirir 68 ópticas de Carrefour e iniciar su desarrollo en el país
La década de los 70 fue un periodo prolífico en el plano asociativo entre los profesionales del sector, con acontecimientos que se narran hoy como leyenda por la importancia que tuvieron. Uno de estos ocurrió en Madrid, un día lluvioso, cuando un grupo de ópticos se citó en la Gran Vía para buscar alguna fórmula que les permitiese enfrentar los precios impuestos por los fabricantes de monturas y lentes. La reunión se prolongó más de lo previsto y acabó en el coche de uno de los ópticos, un Seat 600 aparcado en la zona. Ese encuentro fue el origen de Cione.
Todo esto desató un efecto dominó, y la idea de unirse para fortalecerse se extendió por España. En los años 80, un grupo de cien ópticos formó la asociación Opti100, que con el tiempo desembocó en lo que hoy es Natural Optics Grup. En 1993, en Sevilla, nació Federópticos, inicialmente llamado Federópticas, un grupo impulsado por especialistas en contactología.
La Escuela de Óptica de Terrassa
Paralelamente al nacimiento de los primeros grupos en España, en la ciudad de Terrassa y bajo el paraguas de la Universidad Politécnica de Cataluña, surgió la primera Escuela de Óptica de España en 1977.
“Fue un punto de inflexión —dice Noguera—, porque abrió las puertas a la creación de otras escuelas en universidades de todo el país”. La creación de la diplomatura en óptica despertó el interés tanto de jóvenes como de empresarios, que empezaron a apostar por el sector.
En 1994, CVC Capital Partners, un fondo de inversión, adquirió parte del capital de General Óptica, marcando una nueva etapa en la distribución de óptica en España. En febrero del año 2000, cuando la gente ya había dejado de hablar del Y2K, una noticia saltó a las primera planas de los principales periódicos españoles.
“El grupo italiano De Rigo, una de las mayores empresas dedicadas a la fabricación y distribución de productos ópticos, ha comprado General Óptica Internacional, cabecera de General Óptica España, a un grupo de inversores encabezado por CVC Capital Partners, por 26.622 millones de pesetas (160 millones de euros)”, dice una crónica publicada por El País el 3 de febrero del 2000.
La creación de la diplomatura en óptica despertó el interés tanto de jóvenes como de empresarios,
Aquella transacción supuso la entrada de un fabricante de monturas y gafas -uno de los más importantes del mundo- en la distribución de la óptica en España con una cadena propia.
Este movimiento demostró el atractivo del mercado español para invertir. En 2002, la óptica española generó una cifra de negocios de 1.604 millones de euros, un 5,5% más que el año anterior, según informes de la consultora DBK.
En ese contexto, Alain Afflelou aterrizó en España en 2003, tras adquirir 68 ópticas de Carrefour e iniciar su desarrollo en el país, introduciendo dos nuevos paradigmas en el sector.
El primero de ellos fue la utilización de la franquicia como punta de lanza para la expansión. Por aquel entonces, la franquicia era un concepto que funcionaba bien en muchos sectores, pero que no lograba calar en la óptica. Hoy, el 77% de la red de Afflelou está compuesta por franquicias. El segundo paradigma está relacionado de manera estrecha por el marketing. Afflelou introdujo en el mercado su concepto “Tchin Tchin”, que ofrece al usuario llevarse unas segundas gafas con solo pagar un euro más. En la actualidad, el 2×1 está totalmente introducido en el sector.
Evolución de los grupos
Todas esas nuevas estrategias empresariales en el sector y los nuevos hábitos que comenzaron a instalarse en la sociedad llevaron a la óptica a realizar más transformaciones, sobre todo en los grupos.
Multiópticas, por ejemplo, lanzó al mercado Mó en 2012, que se ha convertido en su marca propia, sobre la que pivota todo. Cione, que llega al consumidor final a través de las ópticas de sus socios, también realizó un movimiento similar en 2019 y ahora sus productos se llaman Cione.
En esa época, también comenzaron a surgir los primeros actores del sector que al principio operaban en el canal online, de manera exclusiva, los cuales, después, se vieron obligados a aterrizar en el offline, obligados por las exigencias del propio mercado y por la complejidad de un negocio que tiene una parte comercial y otra sanitaria.
Hawkers es la cara visible de este movimiento. La empresa nació como un pure player de gafas de sol en 2013, llegando a revolucionar la manera de comercializar este tipo de producto. En 2016, el empresario venezolano Alejandro Betancourt entró en el capital de la empresa aportando 50 millones de euros, unos fondos que servirían para desarrollar la marca en el canal offline, diversificar y adoptar un modelo de negocio omnicanal.
En esa época, también comenzaron a surgir los primeros actores del sector que al principio operaban en el canal online
La llegada de Betancourt significó un punto y aparte en Hawkers. En 2022, la compañía contrató a Pedro Beneyto como consejero delegado. Desde entonces, Beneyto lidera la marca cuyo objetivo es ganar terreno en lo que es la óptica pura y dura, apoyada por la venta de gafas de sol.
La irrupción de Hawkers dio pie para la aparición de otras empresas en internet. Una de ellas es Project Lobster, que empezó en el 2018 en el canal online. Al poco tiempo, sus fundadores se dieron cuenta que lo virtual no bastaba y saltaron al offline, primero con un showroom en Barcelona y luego ya con tiendas y su propia marca.
Project Lobster, que tras un rebranding ahora opera con la maca PJ Lobster, cuenta actualmente con ocho puntos de venta y es la primera empresa española que ha introducido en su operativa un servicio de suscripción con el objeto de llegar con mayor fuerza al cliente final y recortar los tiempos en la reposición de gafas por parte de los usuarios.
De esta manera, la óptica española se encamina hacia una nueva etapa que no solo esta marcada por unas nuevas fórmulas de vender, sino también por el empoderamiento de los ópticos-optometristas, que van convirtiéndose en verdaderos soldados de la salud visual en la sociedad.
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