Ver bien no solo es percibir con nitidez. Pedro es un motorista capaz de diferenciar los caracteres de un rótulo de autopista a distancia. Como cree que ve bien, nunca se ha hecho un examen.
Cuando la buena vista enmascara el conflicto
El coste social, académico y laboral que representa este desconocimiento sobre el fenómeno visual en toda su dimensión es incalculable
Sin embargo, Pedro no es consciente de que es incapaz de percibir un objeto acercándose por su periferia porque presenta una pérdida de campo visual, que es la consecuencia de un glaucoma no diagnosticado.
Su prima, Silvia, tiene dificultades para aparcar; nunca sabe si su coche “cabe o no cabe” y, cuando circula por una calle estrecha, piensa que podría rozar con los coches aparcados.
Como dispone de una buena vista, Silvia cree ver bien, no como su hermana mayor que, sin gafas, es capaz de confundir una farola con su amiga alta y delgada. No sabe que padece una visión binocular inestable que penaliza su percepción tridimensional, afectando al cálculo de distancias, tamaños y proporciones.
Silvia podría beneficiarse de un tratamiento de lentes y/o de ortóptica en un centro especializado para recuperar su estabilidad binocular.
Juan, amigo de Silvia, es un mal estudiante, con hábitos de lectura prácticamente atrofiados. Su agudeza visual de lejos es buena sin ayuda óptica. No obstante, en visión próxima, manifiesta una amplitud acomodativa muy por debajo de lo normal por la edad.
Con unas graduación adaptada a sus necesidades en visión próxima, Juan mejoraría en los estudios y recuperaría los hábitos de lectura.
El abuelo Carlos presume de ver sin gafas tanto de lejos como de cerca. No sabe que la miopía, consecuencia de la catarata que padece en el ojo derecho, le permite leer, mientras que con el ojo izquierdo puede mantener la visión nítida a distancia. Ignora que esta pérdida de la visión tridimensional, debido al uso de un ojo para cada distancia, es la culpable de sus ocho partes al seguro, por rayadas del coche contra la columna del aparcamiento.
El abuelo, feliz con su aparente buena visión, descubre cómo su nieto Alberto se acerca mucho al texto y que mueve de manera exagerada la cabeza al leer. Aunque le dice al niño que no se acerque tanto, ambos desconocen que existen problemas de motilidad y de coordinación oculares que son resolubles con la estrategia adecuada.
Si buscamos un factor común en todos estos casos, además de la relaciones familiares y de amistad, descubriremos que todos ellos presentan alteraciones visuales poco evidentes pero que les limitan significativamente su vida cotidiana.
Incluso, mientras unos no son conscientes de que las padecen, los otros las asumen como inevitables. Lo más sorprendente es que todas y cada una de estas personas no se han planteado acudir al especialista visual por algo tan simple como la falta de información.
El coste social, académico y laboral que representa este desconocimiento sobre el fenómeno visual en toda su dimensión es incalculable.
Suscríbete a la newsletter de modaengafas.com