Ronda en el corazón, en los juegos de la infancia, en el recuerdo. Ronda con sus sierras y ese aire puro tan necesario para curar. Ronda cerca, aunque haya cierta distancia. Y hasta allí nos vamos, viaje imaginario en el tiempo, de la mano de Begoña Fernández-Baca para descubrir la historia de Óptica Baca. Tres generaciones ya y 80 años formando una gran familia, de sangre, de amistad, de compromiso.
Óptica Baca, la historia de tres generaciones de una gran familia
El origen está en Málaga, donde Juan y Victoria, los abuelos, vivían y regentaban una óptica, pero la enfermedad pulmonar de unos de sus hijos los llevó a alejarse un poco de la capital
El origen está en Málaga, donde Juan y Victoria, los abuelos, vivían y regentaban una óptica, pero la enfermedad pulmonar de unos de sus hijos los llevó a alejarse un poco de la capital, lejos de la humedad y en busca de las montañas. Corría el año 1944, quizá 1945, cuando tras descubrir que en esta localidad no había ninguna óptica decidieron que era una buena idea probar suerte. Y acertaron.
Eran otros tiempos en los que no se exigían tener los estudios que ahora son necesarios y donde junto a las gafas convivían los relojes. Aquel joven, su tío, que necesitaba de otros aires por salud, no fue el que se quedó con la óptica, pero sí lo hizo el padre de Begoña. Sus recuerdos afloran y esa es su imagen, la de su padre al pie del cañón. Era esa segunda generación: José Aurelio Fernández-Baca y Pilar Gutiérrez de Álamo. Ellos sí se sacaron sus títulos en el Instituto Daza en Madrid, aunque fue el padre el que principalmente asumió el trabajo mientras su madre cuidaba a sus cinco niñas.
La histórica Óptica Baca incorpora el servicio de audiología de la mano de Audiocentro
Cuando su padre emprendió el viaje que todos haremos, 22 años atrás, la madre dio un paso al frente y tomó el mando. Sus hijas ya habían comenzado el vuelo hacia otras ciudades para estudiar, hacia otros destinos. Pero llegó el día en que también ella faltó y entonces, nos cuenta Begoña, se plantearon qué hacían. Al final, la jugada la ganó el corazón, pues llegaron a la conclusión de que no podían abandonar, no ya un negocio, sino a tantas y tantas personas que habían confiado en ellos durante toda una vida, a la gente que trabajaba allí, a los recuerdos, a la ilusión del abuelo, del padre. Tres de las cinco hermanas, Begoña, Macarena y Sonia, apostaron por seguir el camino, un camino continuo de ida y vuelta de Madrid a Ronda y de Ronda a Madrid.
Una decisión más fácil porque allí seguía Manolo Díaz, “el alma de la óptica”, afirma Begoña al hablar de aquel joven que entró a trabajar con su padre cuando era un chaval y que luego fue el gerente hasta que a los 75 años se jubiló. Él, y su hermano Alejandro y otros hijos y sobrinos de antiguos trabajadores, empleados de toda una vida, a los que se les considera parte de la familia. Todos formaron la mejor razón para no cerrar.
Formación e innovación
Y ahí empezó un poco la aventura de esta tercera generación. Ya los tiempos habían cambiado, las exigencias eran otras y la evolución también. Se dividieron el trabajo, la dirección para Sonia, producto y marketing para Begoña y la parte sanitaria para Macarena. Las hermanas Fernández-Baca se subían al barco con las ideas claras.
Óptica ya era una carrera universitaria y Macarena no sólo la estudió, sino que completó sus estudios en Houston y allá, en Estados Unidos, se doctoró en Optometría, una larga y dura tarea que dio sus frutos pues hoy en día es miembro de la Academia Americana de Optometría, donde además consiguió el título de “Diplomate in Binocular Vision, Perception and Pediatric Optometry”.
Óptica ya era una carrera universitaria y Macarena no sólo la estudió, sino que completó sus estudios en Houston y allá, en Estados Unidos, se doctoró en Optometría
Macarena fue la primera española en conseguir ese título que en el mundo sólo 44 personas tenían. Begoña nos cuenta la historia, además de por el orgullo que siente ante los logros de su hermana, también para destacar que la formación es muy importante para ellas. En Óptica Baca, actualmente, bajo la supervisión de Macarena, forman parte del equipo María Ángeles Gómez, su alumna aventajada que hizo el máster en la Universidad Camilo José Cela de Madrid, y Laura Becerra, que fue la primera de su promoción en la Universidad de Sevilla. Formación que no quedó atrás al terminar los estudios universitarios, sino que continúa, para estar al día, para evolucionar, para afrontar todos los retos. Tampoco se olvida de Manolo Sierra que asumió la gerencia tras la jubilación de aquel otro Manolo tras toda una vida, ni del resto de personas que forman esa familia que Begoña no deja de mencionar.
Una evolución más que necesaria porque la tecnología y la ciencia va más rápido de lo que imaginamos y en este campo para ser competitivo hay que estar a la última. Siempre hubo esa conciencia en la familia y, como anécdota, Begoña recuerda que su padre fue el primero en introducir en la comarca las lentes de contacto. Formación e innovación, siempre presentes.
La mejora en la lente progresiva de alta precisión fabricadas con tecnologías digitales o escaneo en 3D, el paso del vidrio al plástico mucho más ligero y resistente, la búsqueda de la anatomía del usuario para conseguir el mayor confort del usuario, tratamientos especiales como antirreflejantes o la protección del ultravioleta… son algunos de los adelantos que se han ido dando en estas décadas. Sin olvidar el diseño de las gafas o los materiales utilizados para las monturas que pasaron del metal o plástico al titanio o al acetato que te permite personalizar y poner mucho colorido…
Todos estos cambios se le vienen a la cabeza cuando se traslada hacia ese pasado e intenta analizar cómo ha evolucionado la óptica, aunque lo que “es brutal”, asegura Begoña, son los cambios en los equipos de diagnóstico. De graduar prácticamente a mano se pasó a equipos de muy alta precisión como topógrafo corneal, el tonómetro, la retinografía, la propia inteligencia artificial… La última incorporación en la óptica llegó este año: el servicio de audiometría.
Pero quizá tanta tecnología no tendría sentido si no se baraja una palabra que resuena como el eco: cercanía. Ronda es una hermosa localidad donde todos se conocen. Y Begoña no olvida ese calor de la gente hacia ellos y de ellos hacia sus vecinos. Óptica Baca no es simplemente el lugar donde comprar unas gafas o la sala fría de una consulta, es un espacio donde la gente importa, donde conversas, donde se escucha, donde hay empatía, donde te preocupas por las historias de los demás.
Lo que no ha cambiado en 80 años es el privilegiado lugar donde se ubica Óptica Baca, en la calle Virgen de la Paz, casi enfrente de la plaza de toros y al lado del Parador y del Puente Nuevo. Un espacio que podría contar muchas historias desde aquellos años cuarenta. ¿Y la cuarta generación? La respuesta queda en ese aire puro de la sierra malagueña. De momento, hay Óptica Baca para años. Lo que depare el futuro… ya se verá.
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