Somos bípedos por disponer de dos pies, bien coordinados para mantenernos erguidos o agachados, saltar, andar o correr persiguiendo un conejo o huyendo de un elefante neurótico.
La felicidad es cosa de dos
Las disfunciones binoculares no estrábicas, a menudo suelen pasar desapercibidas por su discreción
Somos binoculares por disponer de dos ojos, cuyo sentido va más allá de lo bonito que queda uno a cada lado de la nariz. Su función es coordinarse para centrarnos en el espacio, calcular distancias y volúmenes, saltar de un punto a otro o seguir un objeto en movimiento.
Una buena coordinación podal es la garantía de equilibrio, eficiencia y confort al desplazarnos, igual que una buena coordinación ocular es la garantía de centrar, identificar y procesar con eficacia y comodidad aquello que miramos.
Luego si para valorar el andar bien vamos más allá de considerar cada pie por separado para también estudiar su coordinación. ¿Por qué para valorar el ver bien nos quedamos, en muchos caos y salvo estrabismos manifiestos, limitados al examen monocular?
Las disfunciones binoculares no estrábicas, a menudo suelen pasar desapercibidas por su discreción. La propia persona puede no ser consciente de que las padece: roza continuamente con la maldita columna del aparcamiento, no se encuentra cómoda con sus gafas, no se acostumbra a las lentes progresivas o es incapaz de aguantar la lectura prolongada.
En casos o situaciones más extremas, cuando su foria rompe en tropia, puede llegar a asumir la diplopia como una cosa “normal” por la fatiga, el paso de los años o por la copita de orujo digestivo.
Prescindir de la evaluación sistemática y universal de la visión binocular no tiene excusa.
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