Mientras su madre escucha atenta y desconcertada, un chico de 17 años explica el motivo principal de su visita: “no veo borroso…pero veo mal”. Acostumbrado a la reacción -por otra parte previsible- de otros especialistas a los que había acudido, le sorprende escuchar que le entendemos.
El chico que no veía borroso pero veía mal (caso real)
Emétrope de ambos ojos, con una AV mono y binocular superior a la norma, sin desviaciones oculares aparentes y en ausencia confirmada de enfermedades oculares, de vías ópticas y de áreas visuales, una amplitud acomodativa y convergencia asociada normales con una estereopsis aceptable, su motivo de queja parece contradictorio
Emétrope de ambos ojos, con una AV mono y binocular superior a la norma, sin desviaciones oculares aparentes y en ausencia confirmada de enfermedades oculares, de vías ópticas y de áreas visuales, una amplitud acomodativa y convergencia asociada normales con una estereopsis aceptable, su motivo de queja parece contradictorio.
En realidad se trata de una importante cuestión de matiz: una cosa es mirar y otra es ver. Podemos disponer de una agudeza visual extraordinaria y a la vez padecer una alteración en la coordinación entre ambos ojos o un problema de motilidad ocular, por ejemplo.
Tras el examen optométrico, comprobamos como nuestro joven amigo no dice ninguna perogrullada: la presencia de una disfunción binocular “camuflada” lo explica todo.
Las pruebas binoculares exigen relajar el sistema, si no es así, disfunciones binoculares más o menos compensadas (forias) pueden pasar desapercibidas.
Después de insistir hasta “cansar” las reservas, aparece en todo su esplendor una endoforia en torno a las 12 DPm, tanto de lejos como de cerca (básica), pero que obliga a un continuo esfuerzo de divergencia para conseguir la fusión estable de la imágenes monoculares.
Este esfuerzo continuo de compensación no siempre lo puede mantener porque las reservas son las que son, con lo que hay momentos en los que la foria se descompensa y rompe en tropía, ya sea en forma de supresión o en forma de diplopía.
Solo al preguntarle, el chico es consciente de que, en alguna ocasión, al despertarse por la mañana y mirar el despertador, lo veía doble. También recuerda haber mirado una luz puntual de noche y verla duplicada o no gustarle las películas en 3D.
Una foria significativa, tan discreta como para pasar desapercibida por unas reservas tozudas pero capaces de provocar una continua y desagradable sensación de esfuerzo visual permanente, cuando no de ruptura binocular en forma de estrabismo.
Afortunadamente acusa la diplopía desde una imagen única, confirmando la existencia de unas mínimas y muy útiles reservas fusionales. Unos prismas de ayuda a la fusión de 6 DPm BT sobre lentes neutros y para todo uso, repartidos en ambos ojos (3+3), con el objeto de reducir el recorrido de compensación de la foria/tropía para animar a la fusión, son suficientes para resolver el problema.
Finalmente la causa de su insistente y no bien atendida queja principal: “no veo borroso…pero veo mal” queda resuelta. Con las nuevas gafas, no sólo recupera la comodidad y eficiencia visual, también descubre el valor añadido de una mejor percepción de la tridimensionalidad.
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