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28/10/2025

¿Cuánto deberían costar unas gafas?

El problema no es comercial ni de marketing. El problema es cultural: cuando se vende el mensaje de que ver bien es una ganga, el paciente deja de percibir que está recibiendo un servicio sanitario especializado

FOTO: Joshua Hoehne vía Unsplash

Esa es la pregunta trampa que nos lanzan cada día… y que a veces también nos lanzamos entre nosotros.

Vamos a ponerlo encima de la mesa, compañeros/as optometristas:
– Montura y lentes no son el único coste. Detrás hay inversión en equipamiento clínico avanzado, mantenimiento, calibraciones, software, stock inmovilizado, alquileres que no paran de subir, impuestos, etc.
– Hay horas (muchas) de personal cualificado. No es “te pongo dos cristales y ya”. Es anamnesis, refracción completa, binocularidad, salud ocular, ergonomía visual, seguimiento… Y eso requiere tiempo real con el paciente, no atención exprés tipo fast food.
– Hay formación continuada. Cursos, congresos, certificaciones, actualización constante en baja visión, control miópico, terapia visual, ojo seco… Eso también va en el precio final aunque el paciente no lo vea. La alternativa es trabajar desactualizados, y eso sí sería caro de verdad.

Y luego está el elefante en la sala: las “ofertas”.

2×1, gafas “gratis”, monturas a 0€ si compras hoy, descuentos agresivos que convierten un producto sanitario en un reclamo de supermercado.

El problema no es comercial ni de marketing. El problema es cultural: cuando se vende el mensaje de que ver bien es una ganga, el paciente deja de percibir que está recibiendo un servicio sanitario especializado y empieza a pensar que somos un lineal más de una gran superficie.

Resultado:
 – Se banaliza la salud visual.
 – Se devalúa nuestra intervención profesional.
 – Se entrena al usuario a pedir precio antes de pedir calidad.

Pregunta incómoda:

Si la consulta, las pruebas, el criterio clínico, la responsabilidad legal y el seguimiento valen “cero”… ¿Quién está asumiendo el coste real? Porque alguien lo paga. Y casi siempre lo paga la profesión.

No se trata de subir precios “porque sí”. Se trata de que el precio refleje el valor real del proceso clínico y técnico que hay detrás de unas gafas bien adaptadas. Lo contrario es pegarnos un tiro en el pie como colectivo.

Defender precios razonables y sostenibles no es ir contra el paciente. Es precisamente lo que garantiza que podamos seguir atendiéndolo con calidad dentro de 5-10 años.

Salud visual no es producto. Es servicio profesional con producto asociado.

Etiquetas: gafas
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