Biel Glasses: de la necesidad al producto

Cuando Jaume Puig y Constanza Lucero recibieron el diagnóstico de baja visión para su hijo Biel, entendieron que la vida cotidiana de su familia se transformaría por completo. Biel, que nació con una discapacidad visual congénita, tardó más de lo habitual en caminar, se caía con frecuencia y mostraba comportamientos extraños al subir o bajar escaleras, aferrándose con ambas manos a la barandilla o descendiendo a cuatro patas. Tras una larga odisea médica, el diagnóstico confirmó lo que temían: no existía tratamiento capaz de revertir la fuerte reducción de su campo visual. La baja visión, causada por enfermedades congénitas o adquiridas como el glaucoma, la degeneración macular o la retinosis pigmentaria, se caracteriza por una disminución notable de la agudeza visual, problemas de contraste, limitación del campo periférico o deficiencias en la percepción del color. Las gafas convencionales no pueden resolver estas dificultades, y solo dispositivos ópticos o electrónicos de aumento sirven como apoyo en tareas concretas, como la lectura. En el caso de Biel, la pérdida del campo visual lateral e inferior convertía cada desplazamiento en un circuito de obstáculos, con caídas frecuentes y riesgos constantes en la vía pública.

Lejos de resignarse, sus padres decidieron buscar una solución tecnológica que no existía. Jaume, ingeniero especializado en inteligencia artificial, realidad aumentada y robótica, y Constanza, médica con experiencia en investigación clínica, sumaron fuerzas con la optometrista Eulalia Sánchez, una de las mayores expertas en baja visión en España. Juntos fundaron en 2017 la start-up Biel Glasses, bautizada con el nombre del niño que impulsó el proyecto. Su objetivo era ambicioso: usar nuevas tecnologías para adaptar la realidad a la capacidad visual residual de las personas con baja visión, permitiéndoles moverse con mayor seguridad y autonomía. Cuando Jaume presentó la idea en 2015 en el Congreso Mundial de Visión 3D en Lyon, los expertos coincidieron en que conceptualmente era posible, pero técnicamente inviable. La enorme cantidad de datos que debía procesarse en tiempo real hacía imposible alojar el sistema en un ordenador portátil, y los pacientes debían llevar todo el hardware encima.

Biel con las gafas Biel Smartgaze.

El punto de inflexión llegó en 2017, cuando la compañía Nvidia lanzó un hardware lo suficientemente compacto y potente como para permitir el desarrollo de un prototipo funcional. Un año después, Biel Glasses presentó una primera versión capaz de reconocer mediante cámaras y sensores distintos tipos de obstáculos, desde señales y árboles hasta escalones o irregularidades del terreno, y de mostrar indicaciones visuales mediante realidad mixta, como flechas inmersivas que ayudaban al usuario a orientarse. En 2021, el dispositivo obtuvo el marcado CE como producto sanitario de Clase I, requisito para su comercialización en Europa y que, además, permite en algunos casos el reembolso del coste a través de seguros médicos públicos.

Tras más de diez años de desarrollo y múltiples iteraciones, Biel Smartgaze alcanzó su primera versión comercial. Antes del lanzamiento, el dispositivo superó pruebas en laboratorio y cuatro proyectos piloto realizados en Reus, Tarragona, Figueres y Barcelona, en los que participaron más de cincuenta pacientes. El piloto más extenso tuvo lugar en Barcelona durante dieciocho meses bajo la dirección científica de la Escuela Universitaria de Óptica y Optometría de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y con financiación del Ayuntamiento, con el objetivo de mejorar la accesibilidad urbana para personas con baja visión. En estas pruebas colaboraron también la asociación Punt de Vista, la Fundación Mobile World Capital, la óptica Optipunt de Figueres y la delegación de la ONCE en Tarragona.

Biel Smartgaze, según han explicado sus desarrolladores, integra funciones diseñadas específicamente para las dificultades reales de la baja visión. Detecta obstáculos frontales, laterales y a diferentes alturas, incluidas irregularidades negativas como escalones descendentes o agujeros, y muestra señales dentro del campo visual del usuario para advertirle. Ofrece una ventana de zoom que permite acercar o alejar la imagen sin distorsionar la percepción del entorno, algo especialmente útil para quienes tienen un campo visual reducido. Se adapta automáticamente a los cambios de luz, reduciendo los deslumbramientos o la ceguera temporal al pasar de exteriores a interiores. Incorpora filtros digitales que realzan los contornos de objetos o escalones, alertas auditivas sincronizadas con las visuales y un sistema de priorización inteligente que evita la sobrecarga de información. Además, dispone de tres modos de funcionamiento —realidad aumentada, realidad mixta y un modo inmersivo— para ajustarse a las necesidades del usuario en distintos escenarios luminosos o urbanos. Todas estas funciones se configuran de manera personalizada en ópticas especializadas, adaptando el dispositivo a la visión residual de cada paciente.

Los ejemplos de uso ponen de relieve su impacto: desplazamientos más seguros en zonas peatonales o parques, identificación de mobiliario urbano y personas, mejor orientación espacial gracias al zoom y menor dependencia de terceros en situaciones de poca luz. Las gafas permiten distinguir bordillos, escalones y detalles que antes pasaban inadvertidos, y facilitan tareas como la lectura de señalización urbana. En definitiva, suponen una herramienta capaz de ampliar la autonomía personal y prolongar la capacidad de desplazarse con seguridad.

Hoy, aquello que comenzó como la búsqueda desesperada de unos padres para mejorar la vida de su hijo se ha convertido en un producto con potencial para cambiar la movilidad y la autonomía de miles de personas con baja visión.

Jaume Puig y Constanza Lucero han hecho de la necesidad virtud.