La cuantificación va ligada al examen optométrico, tanto en las pruebas objetivas como en las subjetivas: la medida es su razón de ser.
Cuantificar sin valorar es como mirar si ver
No debemos caer en el error de obsesionarnos en obtener medidas exactas en sistemas dinámicos, cuando lo que cuantificamos no es una estructura sino una función
Sin embargo, medir no es suficiente. Cuantificar no solo es obtener números.
No debemos caer en el error de obsesionarnos en obtener medidas exactas en sistemas dinámicos, cuando lo que cuantificamos no es una estructura sino una función.
La función es variable por su propia naturaleza. Podemos realizar diferentes biometrías del globo ocular y los valores no serán excesivamente dispares, sin embargo mediremos, por ejemplo, la amplitud de acomodación o las reservas fusionales y no necesariamente hallaremos valores estables.
Por esa razón, la cuantificación responde, sobre todo en las pruebas subjetivas, no tanto a la necesidad de buscar una medida exacta sino a evaluar si esta medida o medidas están o no dentro del rango de la normalidad.
Incluso, aunque recurramos a cansar el sistema para relajar una heteroforia, por ejemplo o hagamos más de un examen en momentos distintos, difícilmente obtendremos una repetibilidad exacta de los valores subjetivos.
Por esta razón, siendo la cuantificación en sí relativa en cuanto a su interpretación, no lo es en relación a su posición dentro del segmento de la normalidad.
El valor obtenido es un referente útil y sirve como elemento de comparación, asumiendo que aunque no sea exacto ni necesariamente constante, nos sirve como control de la presencia o ausencia de anomalía.
Observemos que la propia calificación de “ayuda” óptica remarca la idea de no sobrecompensar un sistema variable.
En el caso de los prismas el concepto de ayuda, para que el sistema complete el esfuerzo de compensación desde su posición de reposo, aún es más evidente.
Conocer, por ejemplo, en qué valores fluctúa una hetetoforia con el objeto de contemplar el valor necesario de ayuda prismática, es aún menos dependiente de una cuantificación exacta que dé una cuantificación que nos permita deducir por dónde se sitúan sus medidas más o menos fluctuantes.
En definitiva, cuantificar sin valorar es como mirar sin ver.
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