No puedo hablar ahora, porque tengo que atender a muchos clientes”. La voz, al otro lado del teléfono, es la de don Pedro Aniel-Quiroga.
Los últimos días de la óptica Aniel-Quiroga
El establecimiento comenzó a funcionar en 1983 en un local con un escaparate de algo más de un metro de largo
Al fondo se escucha un río de voces, el rumor de una multitud que parece haberse volcado en la óptica que, de manera definitiva, cerrará sus puertas el 31 de marzo, después de 39 años de servicio en el número 12 de la calle Fueros, en Vitoria-Gasteiz.
—Es una buena señal que, a las puertas de la jubilación, siga teniendo tantos clientes — le digo. —Sí, sí, siempre he tenido muchos clientes— responde don Pedro en un tono muy jovial, aunque su respiración me hace intuir su agitación.
—¿Por qué cierra, don Pedro?
—No tengo relevo generacional— dice.
—¿No ha intentado traspasar el negocio?
—No, aquí termina todo.
Las voces del fondo suben de nivel y vuelven a bajar como el mismísimo Guadiana.
Así son los últimos días de trabajo de don Pedro.
Quién se lo iba a decir cuando, en la primavera de 1983 y con 31 años cumplidos, levantaba la persiana de su negocio -al que lo bautizaría con sus apellidos- en un local con un escaparate de algo más de un metro de largo, una pequeña puerta y un rótulo de fondo negro.
En realidad, cuando descolgué el teléfono para llamar a la óptica, quería saber algo más de la historia de don Pedro; debe tener una gran cantidad de anécdotas, experiencias, alegrías, llantos, incertidumbres, certezas…
Pero, en este marzo de cielos plomizos, el tiempo corre, apremia, engulle, y él solo dispone de 48 horas para rematar los últimos trámites burocráticos, hacer sus últimas gafas -sí, las últimas gafas- y despedirse de los vecinos de toda una vida.
A partir del 1 de abril, don Pedro Aniel-Quiroga -con sus 70 años a cuestas- será un jubilado más y, su óptica, solo un recuerdo de otro de los históricos negocios que un día brillaron en la calle Furos de Vitoria-Gasteiz.
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