Carles Bonafont: del Trainopter para hacer terapias visuales hasta nuestros días

En 1986, Carles Bonafont comenzó a trabajar en el Trainopter, un dispositivo que revolucionaría su consulta y que significó los primeros pasos del uso de la tecnología para hacer terapias visuales

El Trainopter fue desarrollado por Carles Bonafont entre 1986 y 1989. FOTO: Cortesía Carles Bonafont

Por Jaime Cevallos - 02/03/2025
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Este artículo forma parte del Cuaderno de Salud Visual 2025 editado por Modaengafas.com

Dicen que la historia la escriben los ganadores. Pero, en muchos casos, la escriben los emprendedores, los visionarios, los que un día supieron ver más allá de lo que había frente a sus ojos.

Desde que en 1982 comenzó sus estudios en la Escuela de Óptica y Optometría de Terrassa (actualmente, Facultad de Óptica y Optometría de Terrassa) de la Universidad Politécnica de Cataluña, Carles Bonafont destacó por su curiosidad e ingenio.

De hecho, desde los primeros pasos de la tecnología aplicada a la salud visual hasta las soluciones más sofisticadas de hoy, Bonafont ha sido un pionero en la integración de herramientas innovadoras en la terapia visual. Su trayectoria académica y profesional refleja una dedicación constante a mejorar la experiencia y los resultados de los pacientes, especialmente en el ámbito infantil y juvenil.

En el año 2000, durante un máster que realizó en la UPC, Bonafont y sus compañeros diseñaron un revolucionario instrumento para terapias visuales que integraba realidad virtual y aumentada.

“Nuestra idea era combinar estímulos audiovisuales con ejercicios de coordinación, acomodación y binocularidad, todo ello envuelto en un entorno virtual interactivo”, comenta Bonafont.

“El instrumento, tal como lo concebimos, incluía gafas o visores de realidad virtual y aumentada para presentar estímulos separados a cada ojo, sensores de movimiento para registrar la posición de la cabeza y los ojos —de modo que el entorno virtual respondiera dinámicamente a los movimientos del usuario— y software de ejercicios guiados que, de manera progresiva, fuese introduciendo retos para mejorar la convergencia, la acomodación y la percepción espacial”, recuerda.

A pesar de su potencial innovador y la buena acogida en el ámbito académico, el proyecto no logró la financiación necesaria para hacerse realidad. «Era un concepto adelantado a su tiempo», señala Bonafont, reflexionando sobre los retos de introducir tecnologías emergentes sin el respaldo económico adecuado.

ANTES DEL MÁSTER

Sin embargo, su inquietud por mejorar las terapias visuales venía de mucho antes. En 1986, Bonafont comenzó a trabajar en el Trainopter, un dispositivo que revolucionaría su consulta.

“La idea empezó a gestarse cuando apenas existían ordenadores personales accesibles”, recuerda. Con el apoyo de su empleador, dedicó tres años al desarrollo del prototipo, que vio la luz en 1989-1990 y fue reconocido con un accésit del Premio Artigas en 1990.

“Durante tres años, me enfoqué en traducir ejercicios tradicionales de terapia visual a un formato audiovisual que incrementara el interés y la motivación de los pacientes, en especial de los más pequeños. En aquella época fue un auténtico desafío combinar hardware, electrónica y contenidos en vídeo que ofrecieran la misma eficacia (o incluso mayor) que los métodos clásicos, pero de un modo más atractivo”.

Uno de los objetivos del Trainopter era hacer más lúdicas las sesiones de terapia visual para los niños. FOTO: Cortesía Carles Bonafont
Uno de los objetivos del Trainopter era hacer más lúdicas las sesiones de terapia visual para los niños. FOTO: Cortesía Carles Bonafont

Pero, ¿cómo funcionaba el Trainopter? El dispositivo combinaba monitores, videomagnetoscopios, sistemas de luz y sonido, y una serie de accesorios y sensores que convertían los ejercicios visuales en experiencias dinámicas y atractivas.

En concreto, el dispositivo creado por Bonafont “contaba con un monitor y videomagnetoscopio (más tarde reproductor de DVD) que proyectaban los ejercicios ya diseñados y editados, un sistema de luz y sonido que guiaba al paciente en la ejecución de los movimientos oculares, fijaciones y cambios de acomodación, y diversos accesorios y sensores: un pedal para coordinar movimientos ojo-pie, varillas fotoeléctricas que registraban si el paciente seguía correctamente un objetivo luminoso, una pizarra extraíble para ejercicios de grafomotricidad y un proyector adicional para ejercicios de fusión y visión binocular (por ejemplo, una imagen a un ojo en diapositiva y otra imagen animada en la pantalla), además de un contador digital, luces piloto y otros elementos de retroalimentación (feedback) que convertían el ejercicio en algo parecido a un juego, incentivando la participación activa del niño”.

“Quería traducir los ejercicios tradicionales a un formato audiovisual que motivara más a los pacientes, especialmente a los niños”, explica.

El Trainopter se convirtió en una herramienta clave en la práctica de Bonafont durante más de una década. Empezó a utilizarlo en 1990 y, con el paso del tiempo, fue actualizando sus componentes tecnológicos, como el cambio de cintas de vídeo a formatos digitales.

Su éxito radicaba en la capacidad del dispositivo para involucrar al paciente, ofreciendo retroalimentación en tiempo real y convirtiendo los ejercicios en algo parecido a un juego. Esto mejoró significativamente la adherencia al tratamiento y, en muchos casos, aceleró los resultados.

“En total, podría decirse que lo estuve utilizando activamente más de una década. Después llegaron nuevos métodos y programas informáticos que poco a poco fueron ocupando su lugar, pero la esencia de lo que logramos con el Trainopter —hacer de la terapia visual algo interactivo, ameno y eficaz— marcó un antes y un después”, afirma.

TRADICIÓN E INNOVACIÓN

Hoy en día, Carles Bonafont continúa ofreciendo terapias visuales en su óptica situada en Cornellà de Llobregat, combinando métodos tradicionales con las últimas tecnologías. «Realizo una evaluación integral de las habilidades visuales del paciente y diseño programas personalizados que combinan materiales clásicos con herramientas digitales», explica.

El uso de software especializado permite un seguimiento continuo y detallado del progreso, pero Bonafont enfatiza la importancia del trato cercano y la implicación familiar en el proceso. «La tecnología es un complemento magnífico, pero la evaluación y el seguimiento personalizados siguen siendo esenciales para un tratamiento exitoso», destaca.

Además, se mantiene al día con las innovaciones del sector, integrando nuevos métodos y tecnologías que enriquecen sus terapias. «La filosofía que impulsó el Trainopter sigue siendo la base de mi práctica actual», concluye.

REFLEXIONES SOBRE EL FUTURO

Para Bonafont, el futuro de la terapia visual está lleno de posibilidades gracias a los avances tecnológicos. «Hoy existen dispositivos de realidad virtual mucho más sofisticados que los que imaginábamos en el año 2000», comenta. La capacidad de personalizar ejercicios, registrar datos en tiempo real y ofrecer estímulos variados ha transformado la disciplina.

Sin embargo, insiste en que la clave está en equilibrar la tecnología con la atención personalizada. «La innovación debe estar al servicio del paciente, no al revés», afirma de manera tajante.

La historia de Carles Bonafont es un testimonio inspirador de cómo la pasión por mejorar la vida de los pacientes puede impulsar la creación de herramientas revolucionarias. Con una visión clara y un compromiso constante, ha dejado una huella imborrable en el campo de la terapia visual.

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Jaime Cevallos
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