Las pantallas son una fuente extrema de estímulos, no solo por la intensidad lumínica de la retroiluminación sino también por el bombardeo informativo.
Hiperestimulación: la pérdida del equilibrio
Astenópicos visuales cuando no miopes, heterofóricos descompensados, medio sordos y afónicos, con el gusto atrofiado, trastornos digestivos y obesos, acabarán siendo nuestras rasgos predominantes

Las pantallas son una fuente extrema de estímulos. FOTO: Getty Images vía unsplash
Podemos empezar leyendo sobre la vida íntima de las gambas, pasar a cómo se hacen galletas con la freidora de aire y acabar en lo que narices encontró en su parquin un señor que se compró una casa en un pueblo australiano.
Y eso sin estar enganchados a Tik Tok.
Además, hemos de cerrar o sortear anuncios varios sobre todo tipo de seguros, artilugios o propuestas de cómo ser más guapo, más listo, más rico o trabajar tu marca personal.
Además de los pequeños y retroiluminados artilugios acosadores, nos invitarán a una fiesta y nuestros oídos serán machacados sin piedad por unos decibelios que nos aplastarán los tímpanos y las cuerdas vocales acabarán deshilachadas al hacernos oír.
Sufriremos el aditivo poco saludable del potenciador de sabor con determinados alimentos que ya son de por sí sabrosos como las aceitunas, junto con otros aditivos varios, como si la solución salina, el vinagre o especias no fueran suficientes.
Ya no digamos en otros aperitivos o repostería industrial, mucho más procesados.
Esta hiperestimulación del gusto no solo favorece que comamos más, sino que provocan que se atrofie la sensibilidad de nuestras papilas. Si además añadimos exceso de sal, de grasas y de azúcar, pues, ya es la bomba de neutrones.
Astenópicos visuales cuando no miopes, heterofóricos descompensados, medio sordos y afónicos, con el gusto atrofiado, trastornos digestivos y obesos, acabarán siendo nuestras rasgos predominantes.
Eso sin tener en cuenta que esta hiperestimulación desbocada, extensa e intensa, no solo aturde nuestros sentidos y perjudica nuestra salud, sino que también afecta a nuestra capacidad de responder de manera eficiente al medio, a nuestro espíritu crítico y a nuestra capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
La felicidad está en el equilibrio, nada nuevo bajo el sol como decían los antiguos.
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