Las empresas deben ser lo que dicen que son, cosa que solo se consigue con una estrategia bien diseñada desde la base y una comunicación corporativa coherente.
Claves para ganar una buena reputación
La reputación no se construye con palabras bonitas, sino con hechos coherentes. Y en un momento en el que la transparencia y la autenticidad se valoran más que nunca

FOTO: Tiago Felipe Ferreira vía Unsplash
De nada sirve que una óptica afirme estar a la vanguardia si su escaparate no ha cambiado en meses. Tampoco ayuda decir que uno de los pilares del negocio es el bienestar del cliente, si la experiencia en tienda es fría, impersonal o poco empática. En el mismo sentido, resulta contradictorio hablar de compromiso con la salud visual y después recortar tiempo en las revisiones por aumentar el volumen de ventas.
La reputación no se construye con palabras bonitas, sino con hechos coherentes. Y en un momento en el que la transparencia y la autenticidad se valoran más que nunca, las empresas deben asegurarse de que su comunicación esté perfectamente alineada con lo que realmente son. Porque todo comunica: desde el uniforme del equipo hasta la forma de despedir a un cliente. Y en ese todo, se define nuestra reputación.
El punto de partida: saber quiénes somos
Antes de diseñar cualquier estrategia de comunicación, lo esencial es tener claridad sobre la identidad de la empresa. Esto implica trabajar en tres elementos fundamentales:
- Propósito: ¿Para qué existe tu empresa más allá de obtener beneficios? ¿Qué impacto positivo quieres dejar en tu comunidad?
- Propuesta de valor: ¿Qué hace única a tu óptica frente a otras? ¿Qué ofreces más allá del producto? ¿Cómo mejoras la vida de tus clientes?
- Cultura corporativa: ¿Cómo es el día a día dentro de tu negocio? ¿Qué valores guían las decisiones internas y externas? ¿Qué tipo de liderazgo se ejerce?
Cuando estos tres elementos están definidos, cada decisión empresarial puede evaluarse con mayor claridad y coherencia.
Por ejemplo, si tu propósito es democratizar el acceso a una buena salud visual, quizá no tenga sentido vender únicamente colecciones premium. O si tu cultura valora la cercanía, puede que un trato demasiado técnico o frío aleje a tus clientes.
Todo lo que haces, comunica… ¡y mucho!
Una vez definido quién eres, llega el momento de aplicar esa identidad a todos los aspectos de tu negocio. Y aquí es donde muchas empresas se equivocan: comunican hacia fuera sin haber hecho primero el trabajo hacia dentro.
En el sector óptico, donde el contacto humano y la experiencia sensorial son clave, es especialmente importante que la identidad se viva en cada detalle. Algunos ejemplos:
- Espacios de trabajo: ¿Son acordes a lo que transmites como marca? Si tu mensaje es innovación y profesionalismo, los muebles de los años 90, la iluminación deficiente o el desorden visual pueden sabotear tu discurso.
- Trato del equipo: ¿Cómo se sienten tus empleados trabajando contigo? Si dices que cuidas a las personas, ¿aplicas políticas de conciliación? ¿Fomentas un entorno respetuoso y motivador?
- Selección de productos: ¿Tu catálogo refleja tus valores? Si apuestas por la sostenibilidad, ¿ofreces marcas responsables y materiales reciclables?
- Procesos internos: ¿Qué tipo de formación recibe el equipo? ¿Se fomenta el aprendizaje continuo, la empatía, la atención personalizada?
- Estilo de liderazgo: ¿Cómo se toman las decisiones? ¿Con participación o de forma vertical e impuesta? ¿Se escucha la opinión de quienes están en primera línea con el cliente?
Estos aspectos comunican de forma silenciosa pero poderosa. Son los que hacen que un cliente se sienta bien atendido, que un proveedor quiera colaborar contigo o que un óptico recién titulado elija trabajar en tu centro y no en otro.
La coherencia entre lo que se dice y lo que se hace es la mejor estrategia de marketing a largo plazo.
La comunicación corporativa como amplificador
Cuando todo lo anterior está en marcha y bien asentado, es el momento de invertir en comunicación corporativa. No para aparentar lo que no somos, sino para amplificar con honestidad lo que ya estamos construyendo.
Las posibilidades son muchas y, bien gestionadas, pueden convertir tu óptica en un referente dentro del sector:
- Presencia activa en LinkedIn, compartiendo hitos del negocio, como la ampliación de tu equipo, mejoras en tu tecnología diagnóstica o alianzas estratégicas.
- Publicación de notas de prensa cuando lances un nuevo servicio, participes en un estudio o colabores con entidades del ámbito sanitario.
- Organización o asistencia a eventos relacionados con la innovación, la salud visual o la sostenibilidad, según los valores que definas como prioritarios.
- Colaboraciones con influencers locales o microinfluencers del ámbito de la salud que compartan tu filosofía de marca.
- Impulsar contenidos de valor en tus canales digitales: consejos visuales, entrevistas a optometristas, vídeos sobre el proceso de adaptación a lentes, etc.
- Fomentar el “boca-oreja” positivo, cuidando la experiencia del cliente para que sea memorable y digna de ser compartida.
La clave está en comunicar desde la autenticidad. No se trata de “venderse”, sino de compartir lo que haces con orgullo, mostrando el impacto real de tu trabajo.
Así se atrae talento, se fideliza al cliente, se gana el respeto del sector y se posiciona la marca en el imaginario colectivo.
La reputación: más siendo que diciendo
La reputación no es algo que se compre ni se fuerce. Es el resultado de una coherencia sostenida en el tiempo entre lo que decimos y lo que hacemos. Es un ejercicio de autenticidad que parte del interior de la empresa y se proyecta hacia afuera sin necesidad de artificios.
Afirmar que eres una óptica comprometida con el cuidado de las personas no vale nada si tu equipo no lo siente así. Decir que apuestas por la innovación es vacío si tus procesos están obsoletos. Decir que eres sostenible suena hueco si usas bolsas de plástico y no haces una gestión responsable de residuos.
Hoy los clientes, los proveedores y los equipos detectan con rapidez las incoherencias. Valoran cada vez más la honestidad, la transparencia y el ejemplo. Por eso, más que grandes campañas o frases brillantes, lo que construye reputación es vivir con integridad lo que decimos ser.
Porque una empresa con buena reputación no necesita gritar, más bien su coherencia habla por ella.
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