Los ángulos muertos: no todo es lo que parece

El conflicto va en relación con la capacidad real del sistema para adaptarse al problema, también en las condiciones visuales no todo es lo que parece.

Un ejemplo ilustrativo sería el de Anna Ullcreuat (nombre ficticio, pero el caso es real), relojera estrábica, miope y présbita no usuaria de gafas.

Con un ojo derecho más o menos centrado y su izquierdo endotrópico, su anomalía resulta evidente, tanto como para dudar de su habilidad en reparar nuestro delicado reloj preferido como para que pensar que lo pasaremos realmente mal si nos ofrece llevarnos en su coche.

Aunque Anna no presenta un sistema visual modélico, tampoco está tan limitada ni es tan peligrosa al volante como parece.

Su cerebro ha creado un particular modelo de adaptación al medio, caracterizado por renunciar definitivamente a las ventajas de la visión coordinada y conjunta de ambos ojos (visión binocular), a cambio de seguir usando ambos ojos por separado de manera especializada.

El ojo derecho, dotado de una buena agudeza visual sin necesidad de ayudas ópticas, lo usa para lejos. El ojo izquierdo, en posición continua de convergencia es, además, miope, por lo que presenta una buena vista de cerca compensando su presbicia, usándolo para trabajar con los relojes como si llevara puesta una pequeña lupa.

Al tratarse de una visión monocular alterna desde siempre, el cerebro de Anna compensa la pérdida de estereopsis con una especial sensibilidad a la percepción de sombras, contrastes y tamaños relativos por puro y duro aprendizaje.

De esta manera, calcula con relativa eficiencia distancias, espacios y ubicaciones con cada ojo por separado.

Anna Ullcreuat, carece de visión binocular, pero dispone de un patrón visual ocular alterno, aceptablemente adaptado a las exigencias de su entorno familiar y laboral sin necesidad de ayudas ópticas.